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Resumen conferencia

El impacto de la producción científica en salud: reflexiones en la era de la comunicación horizontal de información

 

(Resumen de la conferencia impartida en el VIII Congreso de Informática en Salud, que saldrá publicada con el título “Los obstáculos para el flujo de información veraz cuando se interpone la industria farmacéutica”)

 

 

Luis Carlos Silva Ayçaguer

Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas

La Habana, Cuba

 

 

Los recursos existentes para difundir información científica en el campo de la salud son nume­rosos, crecientes y poderosos. La prodigiosa facilidad con que ahora podemos identificar tex­tos, sonidos e imágenes, conservarlos en nuestra propia computadora personal,  así como modificarlos o compartirlos con otros colegas, abre oportunidades hasta hace muy poco insospechadas (Silva, 2009). 

 

Pero la polución informativa en el ámbito sanitario es cuantiosa y constituye una seria amenaza, ya que contribuye al hallazgo de informaciones falsas que incautamente pudiéramos conceptuar como válidas. Es muy importante acceder a lo que se comunica; pero no menos lo es identificar lo que se oculta y lo que se tergiversa. La tarea de deslindar entre la información espuria o desacertada de la genuina y correcta entraña un verdadero desafío. Es de por sí compleja cuando los errores y las omisiones provienen de la falta de rigor de los emisores, pero se torna un rompecabezas cuando falsedades y escamoteos son deliberados, porque en tal caso tenemos que lidiar con especialistas del engaño.

 

El prontuario de las actuaciones desinformativas a cargo de la industria farmacéutica es ex­tenso y está bien documentado. Incluye, amedrentamiento directo a investigadores incómodos (Burton, 2007), publicidad engañosa (Smith, 2003), contratación de autores fantasmas (The PLoS Medicine Editors, 2009), presiones y sobornos a editores y autores (Angell, 2005),  estudios sibilinamente diseñados para resaltar u ocultar realidades según convenga (Smith, 2006), invención de enfermedades (desease mongering) con vistas a cincelar mercados para medicamentos que se acaban de crear (Blech, 2005), y contrato a inescrupulosas empresas (Contract research organizations) que operan en enclaves geográficos periféricos para convalidar las presuntas virtudes de los fármacos y que a menudo se pliegan a informar solo lo que sus empleadores permiten (Mirowski y Van Horn, 2005).  Aparte del daño que tales acciones pue­den producir en la salud del ciudadano, todas ellas corrompen la integridad de la información.

 

No se procura recrear aquí esta secuencia de infamias, un cometido que resultaría inabarca­ble en un simple artículo.  Me propongo, en cambio, compartir algunas reflexiones sobre las formidables dificultades que experimenta la información veraz para abrirse paso en el pro­celoso mundo de la comercialización de fármacos. Se examinan algunos elementos contextuales, tales como los mecanismos que supues­tamente deberían preservarnos de los daños así como los conflictos de intereses que atenazan su apli­cación. Estos procesos así como sus consecuencias se ilustran a través de un ejemplo vívido y actual.

 

LA CONSTRUCCIÓN DE LA DUDA

 

Las grandes empresas tienen como propósito fundamental maximizar sus beneficios; es algo que está en su propia lógica. Pretender que las transnacionales del medicamento procuren que prevalezca la verdad, aunque ésta comprometa sus réditos, sería como aspirar a que alguien consiga dejar de respirar durante algunas horas. No pueden hacerlo porque su razón de ser es conseguir beneficios a toda costa.

 

En línea con esa lógica, operan poderosas fuerzas que se ocupan de boicotear, distorsionar, enturbiar o erosionar los procesos investigativos y la diseminación de sus resultados cuando estos colisionan con sus intereses. Tales fuerzas, como mínimo, consiguen que se dilate el momento de conocer la verdad. Esta emerge a la larga quizás, pero mientras tanto el estropicio informativo suele ser enorme.

 

El recuento más inte­gral y estructurado que conozco sobre estos desmanes es un muy documentado material (Michaels, 2008),  donde se denuncia la fría y execrable manipula­ción informativa de las empresas depredadoras del medio ambiente y la salud, apoyadas en un entramado de abogados especializados en maniobras dilatorias, así como por académicos que se desempeñan como vulgares mercenarios. 

 

CONFLICTOS DE INTERESES

 

El conflicto de intereses emerge cuando existen elementos que pudieran ser predisponentes –conscientemente o no- a mantener determinada conducta adi­cionada al mero afán de objetividad. Puede surgir de manera natural y no tiene necesariamente que ser espurio. Tener conflictos de intereses no es un comporta­miento sino una condición (Smith, 1994)  y no siempre  dichos conflictos se resuelven con actuaciones inmorales. Sin embargo, lo cierto es que el más generalizado y preocupante de ellos se presenta cuando un auditor, autor, revisor o editor tiene conexiones financieras con las em­presas cuyos productos están bajo su escrutinio o análisis.  En ese caso, las abominaciones éticas se manifiestan muy a menudo.

 

El problema suele presentarse en los artículos científicos, pero también en los órganos a los que toca valorar medicamentos. Por ejemplo, los comités asesores de la FDA, a los cuales corresponde enjuiciar la eficacia y la seguridad de los fármacos o de los dispositivos médicos, están formados por un amplio abanico de médicos, investigadores, y defensores del paciente, no por accionistas de las empresas.

 

Siendo una de las agencias reguladoras más antiguas (con más de un siglo de existencia) e influyentes del mundo, resulta especialmente iluminador examinar cuál es la situación que pre­senta la FDA en términos más generales a este respecto.

 

LAS AGENCIAS REGULADORAS; EL CASO DE LA FDA.

 

Los conflictos de intereses de la FDA van mucho más allá de los que puedan afectar a su personal: son estructurales. Basta reparar en que más de la mitad del presupuesto para revisión de drogas  proviene directamente de las empresas farmacéuticas, cifra que se espera que ascienda a 70% en 5 años (Jetter, 2008).  Se trata de los llamados “honorarios de usuarios” (users fees).   


En el ámbito de la fármaco-epidemiología nadie pone en duda que la monitorización de una droga luego de su puesta en circulación es la fase de evaluación más importante. Y de hecho, tal valoración, teóricamente, es obligatoria. Sin embargo, es una normativa que se ignora con extrema frecuencia.

 

En las condiciones descritas, donde prevalecen móviles poderosos para la adulteración de la verdad, engrasados artilugios para refinarla y débiles recursos para evitarla, es natural que florezca la impunidad, y que la enmienda -no digamos el castigo-  se gestione con exasperante lentitud y dificultad extrema.


AVANDIA®: CRONOLOGÍA DE UNA CAMPAÑA DESINFORMADORA

 

Puesto que recoge casi todas las felonías científicas posibles por parte de la industria farmac­éutica, vale la pena examinar la rocambolesca e ilustrativa historia de la rosiglitazona, comercializado por GlaxoSmithKline (GSK) con el nombre co­mercial de Avandia®.

 

Avandia®  ha sido por años el fármaco estrella contra la diabetes tipo dos (regulador de la glu­cemia en diabéticos no insulino dependientes) .

 

En la conferencia (y en el artículo que será publicado)  se exponen los hechos fundamentales, reconstruidos mediante un arduo proceso indagatorio a través de Internet, con algunos comentarios intercalados.

 

Entre el 25 de mayo de 1999, cuando la empresa SmithKline Beecham lanza Avandia® al mer­cado en Estados Unidos y el 14 de diciembre de 2010 cuando la revista Diabetologia (véase versión final: Blind, Dunder, de Graeff, Abadie, 2011),  resume toda la evidencia disponible que condujo a la eliminación del fármaco en Europa, se sucedieron una larga serie de hitos

 

 

CONSIDERACIONES FINALES

Avandia® es un engendro que agoniza, pero la rapacidad de GlaxoSmithKline (GSK) y sus acciones corruptoras del flujo informativo han tenido a la larga un éxito notable. La patente del fármaco se extiende hasta 2011, de modo que, como suele ocurrir en tales casos, la estrate­gia consistente en prolongar su vida comercial hasta el límite de su explotación potencial fue esencialmente productiva.

El arsenal de bajezas empleadas por GSK para evitar que la verdad fuera conocida ha sido ciertamente frondoso: ocultamiento, fraude, intimidación, tráfico de influencias, presiones, manipulación, infidencias, menti­ras, y represalias. La información, la ciencia y, en última instancia, los ciudadanos son las víctimas directas.

La información veraz ha necesitado de todo el primer decenio del Siglo XXI para emerger. En un mundo donde el asedio informativo se ejerce privilegiando lo efímero e induciendo al consumo epidérmico de mensajes banales y noticias fragmentadas, el examen ponderado e integral de un problema ofrece notables dificultades.

 

Nicholas Carr, ex director del Harvard Business Review contrapone el pensamiento pausado y profundo, que dé lugar a elaboraciones creativas y ordenadas con la espiral desconcentradora, propia de la “multitarea”  y que , instigada por el uso de Internet, nos aleja de la producción intelectual que exige reflexión (Carr, 2008).  Según su punto de vista, “Internet nos convierte en seres más eficientes procesando información, pero menos capaces para profundizar en ella”. Ahí está a mí juicio el desafío: cómo aprovechar este recurso superando la tentación de saltar de una capa superficial a otra sin profundizar en ninguna zona y, lo que es peor, sin sentir la necesidad de articular los elementos de manera coherente y productiva.

 

Por eso, en torno al ejercicio aquí realizado, la buena noticia es que, a pesar de todo, una reconstrucción que ha resultado de un minucioso proceso de búsqueda de información dispersa y un laborioso cotejo de datos, ha sido posible gracias a los propios medios tecnológicos e informativos que favorecen el caos informacional.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Angell M (2005) The truth about the drug companies: how they deceive us and what to do about it. New York: Random House.

 

Blech J (2005) Los inventores de enfermedades. Cómo nos convierten en pacientes. Barce­lona: Destino. 

 

Blind E, Dunder K, de Graeff PA, Abadie E (2011) Rosiglitazone: a European regulatory perspective. Diabetologia 54: 213-218

 

Carr N (2008) The big switch, rewiring the world from Edison to Google. New York: Norton & Company.

 

Jetter A (2008) Strong Medicine: What's Ailing the FDA? Reader´s Digest. página 105.

 

Michaels D (2008) Doubt is their product. How industry’s assault on science threatens your health. Oxford University Press: Oxford.

 

Mirowski P, Van Horn R (2005) The Contract Research Organization and the commercialization of scientific research. Social Studies of Science 35: 503-548.

 

Silva LC  (2009)  Los laberintos de la investigación biomédica. En defensa de la racionalidad para la ciencia del siglo XXI . Madrid: Díaz de Santos.

 

Smith R (1994)  Conflict of interest and the BMJ. Time to take it more seriously. British Medical Journal 1994;  308: 4-5.

 

Simth R (2003) Medical journals and pharmaceutical companies: uneasy bedfellows. 326: 1202- 1205.

 

Smith R (2006) The trouble with medical journals. London: Royal Society of Medicine Press.

 

The PLoS Medicine Editors (2009) Ghostwriting: the dirty little secret of medical publishing that just got bigger. PLoS Med 6(9): e1000156. doi:10.1371/journal.pmed.1000156